La historia de River mostró ejemplos de grandes
dirigentes que supieron tener sueños que luego se cumplieron. También
existieron y existen dirigentes que se atrevieron a bastardear nuestra estirpe canjenado
jugadores para poder pintar las tribunas de un estadio que para muchos es más
importante que su propia casa. Todo eso es River. Pero el grito de muchos
socios e hinchas se hace fuerte y al mismo tiempo se pierde en la inmensidad de
un Río de la Plata, testigo de tantos gritos de domingo.
“Salvemos
al Moumental”, ya es un bramido de guerra que esbozan miles de argentinos. La verdad se
impone. Y el tiempo corre.
El Monumental se cae a pedazos. Aunque suene
exagerado, “el colón del fútbol”,
está viejo, antiguo, y en cada lluvia su historia se descascara y sus rincones se
inundan. Pero ese estadio alguna vez fue
una obra maestra de la arquitectura y el diseño. Todavía sigue siendo la
construcción más grande la Capital Federal.
Alguna vez fue vanguardia y envidia del fútbol sudamericano. Pero los
tiempos cambiaron y como parte de un proceso que se empeña en darle la espalda
a nuestra historia, El Monumental quedó abandonado a la suerte de varias
dirigencias que no supieron o no quisieron poner la casa en orden. Apenas
improvisaron reformas secundarias que tuvieron un fuerte aroma a “pintada de cara” para enfrentar
campañas políticas. Tampoco se puede soñar con proyectos magnánimos que
conviertan el estadio en una nave espacial. Ni una cosa ni la otra.
La realidad marca que nadie pensó ni llevó adelante
una verdadera reforma estructural del Antonio Vespucio Liberti. La última fue
realizada para el Mundial de 1978. Desde aquel evento hasta el presente pasaron
seis presidentes y ninguno encaró una remodelación amplia de nuestro querido
estadio. Repasemos la lista para no queden dudas: Hugo Santilli (1983−1989), Osvaldo
Di Carlo (1989), Alfredo Davicce (1989−1997),
David
Pintado (1997−2001), José María Aguilar (2001−2009)
y Daniel
Passarella (2009 − Presente).
Ninguno de los mencionados logró obras trascendentales para mejorar el
estadio: sus accesos y comodidad. Algunos apenas se atrevieron a pequeños
cambios muy direccionados como pintura en las tribunas, construcción de nuevos
palcos o cambios de butacas que estaban desde los años 50.
El estadio Monumental tiene en su nombre a un hombre
que amó a River. Ese hombre era Antonio Vespucio Liberti. Un dirigente que quedó en la historia porque
pudo cumplir su sueño: construir un estadio para su querido club. Nació en 1902
en la Ciudad de Buenos Aires. Hijo de genoveses. Viajaba a Europa para buscar
talentos y antes de ser presidente llevaba materiales para los jugadores. Liberti
fue quién promulgó las contrataciones de Carlos Peucelle y Bernabé Ferreyra.
También compró los jugadores necesarios
para conformar La Máquina y seguir engrosando la historia. Hizo un trabajo
destacado en las juveniles riverplatenses. Pero todo el mundo lo recordará por
El Monumental.
Su primera presidencia fue entre 1932 y 1935. Luego
volvió en 1939. Su tercer mandato se dio entre 1943 y 1952 y regresó entre 1960
y 1967. Murió un 28 de noviembre de 1978. Ocho años después, River bautizó el
Monumental como el "Estadio
Monumental Antonio Vespucio Liberti".
Si hoy estuviera vivo el también gritaría: “Salvemos al Monumental”.
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conciencia.
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