lunes, 27 de junio de 2011

Perdón Abuelo

Querido Abuelo:

Te escribo estas líneas llorando. Estoy desconsolado. Lloré en la cancha en varios tramos del partido. Sabía que las cosas terminarían así. Lo sentía en lo más profundo de mí ser. Lloré sólo sentado en la tribuna. Hoy quise volver al lugar donde a vos te gustaba ir. Llegué a la cancha dos horas antes para ahuyentar los malos fantasmas. Pero no se pudo. Hace semanas que pienso en vos. Dos años atrás nos dejabas para siempre. Hoy te escribo para decirte que marcaste mi vida y uno de esos motivos tiene que ver con River. Fuiste siempre mi gran compañero de cancha. Cómo me divertía verte en la tribuna con el traje puesto. Súper elegante. Un verdadero bacán. “Esto es como ir al teatro”, me decías cuando te imploraba que te saques la corbata para revolearla. Me contaste miles anécdotas que hoy te agradezco. Hay una que me quedó grabada. La relatabas con tanta emoción que me hacías dudar. Me dijiste que habías jugado un partido amistoso en El Monumental. Que te habían invitado y que estaban los más grandes. Pero yo no te lo creía. Ahora, sé que es verdad. Pude comprobar que pisaste el césped del mejor estadio del país. Cuando nos dejaste, a los pocos días, fui a tu casa y me llevé todo tu archivo fotográfico. Entre tantas fotos viejas encontré un tesoro en blanco y negro. Ahí estas con la pelota de cuero en la mano dentro de la cancha. Miré esta imagen toda la semana. Me puse de rodillas e imploré a todos los dioses. Hasta te llamé a tu casa sabiendo que no me iba a atender. ¿Qué dirías viendo a tu River así? Cuanto me gustaría abrazarte como lo hacíamos en cada gol. Cómo lo hicimos en aquella final de 86 cuando fuimos con mi viejo y mi hermano. O en la final de la Libertadores cuando me anticipaste que Crespo hacía dos. River es nuestra historia familiar y lo seguirá siendo. Gracias, muchas gracias por hacerme hincha de River el día que nací. Gracias por contarme los mejores goles. Aquellos que no pude ver. Los de Labruna, Lousteau, Pedernera y Moreno. Gracias por domingos de alegría. Con tu foto en la mano vuelvo a llorar y emocionado te digo: “Perdón abuelo, nos fuimos a la B”.


jueves, 16 de junio de 2011

"Charlito" y el misterio de los mails

Lucila salió de la comisaría nerviosa. Sabía que transitaba las primeras horas de un día que jamás olvidaría. Aquel jueves de 2007 iba a quedar grabado a fuego en su memoria. Hacía pocas horas - menos de un día- que su mejor amiga había sido asesinada de cuatro puñaladas. Lucila advirtió que se iniciaba un camino judicial que la marcaría para siempre como la principal sospechosa. Abrumada se perdió en la curiosidad de sobrevolar la intimidad de su amiga muerta. El cuerpo de Solange ya estaba en manos de los especialistas. La muerte había sido sádica. Se imponía una autopsia.

Lucila giró su cabeza y contempló el frente de la comisaría. Ese no era su hábitat. Los calabozos rebalsaban de chicos jóvenes como ella pero de otra extracción social. Ese lugar era para “los pibes chorros” como muchas veces los medios llaman a los delincuentes precoces. Lucila jamás había tenido un incidente con la policía. Volvió a girar la cabeza, apuró el paso y se perdió por las calles de Vicente López. Estaba nerviosa, o “ansiosa” como ella misma se describió en su fotolog (fojas 742/745), horas antes que descubrieran el cadáver de Solange. ¿Pero que la ponía así?¿Porqué estaba tan acelerada? Para tranquilizarse buscó cobijo en la casa de su madre. Las horas corrían en silencio. Otra vez sintió una extraña curiosidad. Pero esta vez fue incontrolable. Suele decirse que la escena del crimen es revoloteada por el asesino. Pero la puerta del PH estaba flanqueada por policías. Ya nadie podría ingresar. Por lo menos por unos días.

Jueves 11 de enero de 2007, 10:48:04, la casilla de mail de Solange Grabenheimer fue utilizada a las pocas horas del crimen. Los investigadores registraron esos extraños movimientos y la empresa Microsoft se lo terminó de confirmar al fiscal Alejandro Guevara. ¿Quién podría visitar esa casilla de mail sino fuera la propia titular de la cuenta?. Pero “Sol” ya estaba muerta. ¿Quién más podría saber la clave de acceso?. Los investigadores se ilusionaron. Sintieron que eso era una señal. “Como el PH estaba cerrado, hay alguien queriendo volver a la intimidad del crimen”, se apuró en analizar uno de los sabuesos.

Dos días después, lo mismo. Eran las 05.07.18 de la mañana del 13 de enero de 2007 cuando alguien desde una computadora seguía violando la intimidad de la muerta. Era hora de actuar. Los sabuesos le pidieron al prestador del servicio de internet un informe completo. Desde la empresa Arnet contestaron que el número de IP (Algo así como el DNI de las computadoras) desde el cual se estaba ingresando al mail de la víctima estaba asociado a un domicilio ubicado en la calle De los Plátanos, Barrio La Alameda, en Nordelta. La titularidad de esa línea telefónica figuraba a nombre de Aquiles Ernesto Sojo. Los investigadores se miraron sorprendidos. Ese era el domicilio de la pareja de la madre de Lucila Frend. A esa casa a metros de la laguna se había mudado la sospechosa horas después del crimen.

“Charlito”, esa es la clave del mail reveló Lucila cuando se vio cercada por los investigadores. Pero ya era tarde. Algunos mails se habían borrado.