jueves, 22 de diciembre de 2011

Mentes asesinas

Adalberto Cuello no se conoce con Osvaldo Martínez. Tampoco sabe nada de la vida de Julián Ramón. Lo mismo le sucede al karateca de La Plata, quien jamás cruzó palabra con ninguno de los mencionados. Algo similar puede decirse del joven de Miramar quien no tenía como costumbre visitar La Plata donde vivía Martínez y mucho menos Lincoln, lugar de residencia de Cuello. Son tres desconocidos cuyas vidas quedaron signadas por la tragedia. Sus historias están están plagadas de puntos en común. El relato y la reconstrucción de cada crimen se cruzan en varios puntos truculentos. Los últimos meses, estos tres imputados, compartieron mucho más que la tapa de los diarios. Los tres están presos y señalados como asesinos de chicos. Un sello difícil de sortear para la vertiginosa vida carcelaria. Si verdaderamente son culpables, los tres lograron generar en la sociedad reacciones adversas. Adalberto Cuello está acusado de matar a Tomás Santillán, un nene de apenas 9 años cuyo paradero se esfumó el mismo día de su cumpleaños. Osvaldo Martínez fue señalado por la justicia tras un brutal cuádruple crimen que -entre otras- se cobró la vida de Micalea, una chica de 11 años que miraba tele sin importarle otra cosa. Julián Ramón fue marcado por un fiscal y es el único detenido por el crimen de Gastón Bustamante un pre adolescente de 12 años que presenció lo que no debía: un supuesto robo. Es cierto que cada caso es distinto y debe analizarse por separado. A Tomás lo mataron de un fuerte golpe en la cabeza, a Micaela con más de veinte puñaladas y a Gastón, su matador, lo ahorcó. Esta andanada de violencia permite entrelazar las historias. Si bien la manera de unirlas podrían ser las víctimas (todas son menores), también se pueden encontrar puntos de vinculación en la figura de los imputados y en la mecánica homicida elegida en cada muerte. Ninguno de los tres detenidos tenía antecedentes penales. Ninguno era uno de eso pibes chorros, mucho menos delincuentes profesionales de esos que “hacen” blindados. Sus historias nada tienen que ver con la inseguridad cotidiana. Bien podría decirse que estos crímenes desplazaron el lugar que en los medios ocupaban las historias de robos y arrebatos. La inseguridad es un flagelo que puede prevenirse. Pero nadie puede anticiparse a una mente asesina.